sábado, 8 de noviembre de 2014

Cosa de dos.

Es algo tan irracional que ni el más cuerdo podría entenderlo.

Como si hubiéramos ganado por habernos conocido, en este mundo lleno de personas que buscan su propio bien ñpor encima -y pisando- al resto, sin importar nada más que ellos mismos y sin percatarse que la vida va mucho más allá.

Que nada tiene sentido si no tienes a alguien a quien contarle alegrías y tristezas, logros y derrotas.

Y tiene sentido, sí. Tiene sentido perder por caer en la rutina del querer, mal querer. No es llegar y besar el santo, es llegar y currarse el camino para aterrizar en la meta y alcanzar la paz,, que no es más que dormir dos en una cama de 90 por el simple hecho de guardar calor. O sentir piel con piel.

Saber, a ciencia cierta y sin un ápice de duda, que nada puede ser más perfecto que uno más uno son dos. O tres. O cuatro.

Quién sabe, quizá lo único que sepamos sea llorar cuando fuera -y esperándonos- hace un día de sol. Mientras, en nuestros corazones, el llanto se convierte en risa por el recuerdo de darnos la mano mientras caminamos por la calle. Es esa sonrisa, esa pequeña y sincera sonrisa la que nos hace grandes.

Y así, mientras pienso en lo que es y no en lo que fue, cojo aire y sigo hacia delante, con mi sonrisa y con las fuerzas renovadas.

Einaudi no deja de sonar...

jueves, 24 de julio de 2014

Mágico

Y hacerte pequeñita, minúscula, diminuta. Cada palabra te hace un centímetro más pequeña. Una a una, poco a poco, te hacen disminuir hasta apenas levantar un palmo del suelo. Y ahí, a escasos cinco centímetros del asfalto, te quedas durante un tiempo, aletargada, como un gusano de seda en el capullo que ha ido tejiendo a su alrededor.

En ese periodo, construyes una coraza que empieza a protegerte, como si de capas de cebolla se tratasen. Al final, la coraza es tan resistente que empiezas a crecer de nuevo.

Pero esa etapa de trabajo te hace ascender lentamente. Ya no son centímetros, ahora son milímetros. Ya no es disminución, ahora es crecimiento. Ya no es empequeñecer a cada palabra, ahora es engrandecer con cada gesto. Y esa coraza tan trabajada durante tanto tiempo, da su fruto.

Ahora ya no importan tanto las cosas que te hacían daño porque ese escudo te protege, y llega un momento en que un instante, en un pequeño instante de crecimiento y con un pequeño gesto, te quita la coraza como si fuera una tirita.

Es un instante precioso, diferente, quizá raro, pero de lo que debes estar total y completamente segura es de que es un instante irrepetible con unas consecuencias irreparables.

Un instante mágico.

sábado, 24 de mayo de 2014

Nunca niegues un guiño a la vida.

Un día cualquiera en una ciudad cualquiera. Se oye la risa de los niños en el parque, las voces ya pesarosas de los ancianos que caminan por la calle, las bocinas de los coches. Un día cualquiera en una ciudad cualquiera todo es ajetreo, un no parar, una constante ida y venida de gente que abarrota las calles.

De repente, ocurre la magia. Alguien se para en un lado de la calle. Mientras todo el mundo a su alrededor no para, ella permanece quieta, impasible ante todo lo que sucede. Se da cuenta de que la mayoría de los transeúntes apenas sonríen, que una gran parte de ellos escuchan música o tienen un aparato electrónico en su mano, que muchos de ellos andan deprisa como si  huyeran de algo.

Turno de la gran minoría, esa que sonríe, esa que disfruta de la gente que le rodea, esa que se olvida de los que no están en ese momento y se divierte con los que tienen a su lado. Esa minoría que disfruta de su paseo, esa que se fija en los monumentos que tiene su querida ciudad, esa que se limita a divertirse con lo que tiene en presencia y no en ausencia.

Ella se sienta en un banco cercano y se pone a pensar. “Camino por la calle siempre con una sonrisa en la boca y la gente me mira raro. Ahora ya sé por qué. Los que miramos la vida con optimismo, con alegría, los que vivimos la vida centrándonos en lo bueno y no en lo malo, somos pocos. Nadie me ha devuelto la sonrisa que les he regalado hoy a todos aquellos con los que me he cruzado…

Cada vez son menos los que ven la vida como algo por y con lo que disfrutar. Despertarse cada mañana y poder levantarse de la cama no es algo que todos pueden hacer, comer algo a media mañana, saludar a ese amigo que ves todos los días, sentarte en una silla para descansar. Pequeñas acciones que hacemos diariamente y que muchas veces no nos damos cuenta de que somos  privilegiados por poder llevarlas a cabo.

Esto es, quizá, complicado de ver por una persona normal, con una vida normal. Y con normal me refiero a no tener ninguna enfermedad ni ningún tipo de dificultad por llevar a cabo esa vida. Esos que se quejan de que su vida apesta y tienen un trabajo fijo, bien remunerado, una casa, comida para todos los días, agua siempre que abren el grifo, un coche que les lleva y les trae, ropa que ponerse, unos brazos y unas piernas que hagan lo que su cerebro les ordene. Me encantaría verles luchando por sacar a su familia adelante con un solo sueldo (y dando gracias por tenerlo), con algún tipo de lesión medular que les impidiera, como mínimo, no mover las piernas como les gustaría, teniendo que salir de casa para poder conseguir algo de agua, yendo a centros de día por tener que mantener una hipoteca pero no tener que comer.

Me encantaría que esos que se quejan de vicio se dieran cuenta de cómo es en realidad la vida, que pasasen un día con estas personas que sufren, que luchan, que lloran, que se esfuerzan, que se tienen que reinventar cada día, porque así podrían disfrutar como ellos. Podrían darse cuenta de que sufrir te hace fuerte, que cada lucha vale la pena, que cada lágrima trae una sonrisa, que todo esfuerzo tiene su recompensa, que reinventarse cada día te hace mejor persona. Podrían darse cuenta de que la vida es alegría y tristeza, es amor y es odio, es caerse y levantarse, es perder y ganar. Podrían darse cuenta de que la vida te da, pero también te quita; de que la vida puede maltratarte, pero también mimarte; de que la vida no espera, pero te hace esperar.

Sí, quedan pocas personas que se den cuenta de que la vida hay que vivirla, que hay que equivocarse para aprender y perder todo para que el poseer sea algo especial; que tienes que estar en lo más profundo para que, cuando estés en la cumbre, saborees el triunfo; que hay que llorar para saber reír.

Así que sonríe, puedes leer esto que estoy escribiendo, puedes ver, puedes opinar, puedes ser tú mismo sin importarte los demás. Puedes ver que el sol sale y se pone, puedes sentir, puedes reír.


Sonríe, vive tu vida, lucha contra todo lo que se te ponga por delante y no te deje avanzar, esfuérzate por ser mejor persona que ayer, no dejes que nada ni nadie te diga como tienes que actuar, sé tú, disfruta de lo bueno y olvida lo malo, aprende de tus errores y nunca niegues una guiño a la vida”.