martes, 19 de febrero de 2013

Tu felicidad, tu vida, tus decisiones.


¿Cuándo sabes que es mejor cerrar el cajón, tirar la llave lejos, donde nunca la puedas volver a coger, esconderlo y no volverlo a abrir? ¿Y si realmente lo que pasa es que, por mucho que tires la llave, por mucho que escondas el cajón, siempre acabas por volver a coger la llave y abrir el cajón?

¿Y si un día decides abrirlo y no volverlo a cerrar? Todo vuelve a salir, como una explosión, pero mucho más fuerte que antes, sin control, sin medir las fuerzas que te quedan para mantenerlo abierto.

Quizá lo único por lo que deberías preocuparte sería tu felicidad. Si vuelves a abrir el cajón, ¿te sentirás más feliz de lo que te sentías antes? ¿O, por el contrario, solo será una fuente más de sufrimiento?

Recordar todo lo que pasó, ese pequeño momento, esa pequeña decisión que cambió todo. La decisión de cerrar el cajón y de que nunca más volviera a afectarte lo que guardaste dentro.

No podemos controlar nuestras emociones, por eso el cajón se vuelve a abrir sin que nos demos cuenta. Lo único que de verdad podemos mantener a raya es nuestra fuerza para cerrarlo o para mantenerlo abierto y luchar contra viento y marea para que no se vuelva a cerrar. Pero, o lo vuelves a cerrar de inmediato o lo abres y peleas. Dos opciones, dos maneras de seguir.

La única respuesta a todas las preguntas es que, por mucho que nos cueste, por mucho que tengamos que sufrir, por mucho que nos enfrentemos a quien quiera ponerse en nuestro camino, en nuestra vida, tenemos que pensar en nosotros mismos, en nuestra felicidad por encima de todo. Por encima de lo que piensen los demás, por encima de todas las reprimendas que podamos sufrir, porque la felicidad de cada uno reside en uno mismo, no en la opinión que puedan tener de nosotros.

Por supuesto que es importante que nos consideren buenas personas y todo eso, pero lo único que de verdad importa es saber que, a pesar de todo lo que hagamos, hemos hecho lo mejor para nosotros mismos, por muy egoísta que parezca.

Sé tú mismo, sin importar lo que digan los demás. Porque es tu felicidad, tu vida, tus decisiones.

jueves, 14 de febrero de 2013

Sé que estaré. Sé que estarás.


Si pudiera volver atrás en el tiempo, si tuviera la oportunidad de retroceder en el calendario, no elegiría corregir mis errores, ni una noche de fiesta como aquélla, ni preocuparme de no pisar las líneas al caminar. De los errores he aprendido, esa noche de fiesta no se volverá a repetir y las líneas se pueden borrar. Elegiría volver a un mes determinado, septiembre, a un día, 17, a una hora exacta, 16:45.

Le diría que dejase de mirar al suelo. Le diría que para avanzar hay que mirar hacia delante, nunca bajar la cabeza, nunca desanimarse, nunca dejar de luchar. Le diría mil y una veces dos palabras que no le digo muy a menudo. Le diría que, si él para, yo paro; si él avanza, yo avanzo; si él camina, yo camino.

Tal vez le diría que es más importante aquí, en mi vida, acompañándome en cada momento, de lo que le hago creer, a pesar de todo lo que le he hecho pasar, a pesar de todo el daño que le hice.

Le diría que no volvería a ser el mismo, que echaría de menos el ser como era antes. Que nada sería igual.

Le diría que nunca es tarde para un nuevo comienzo, que la esperanza es lo último que se pierde y que, cerca o lejos, puede contar conmigo. Que jamás me iré. Que jamás se irá.

Los recuerdos son duros, bonitos, frágiles, pero, mientras ninguno los olvide, permanecerán. Quedarán. Te prometo que guardaré cada uno de ellos como un tesoro. Te lo prometo.

Sé que todo ha cambiado, que todo cambió en ese pequeño segundo. Pero tengo la certeza de que es una vuelta al inicio, una vuelta a nacer.

Sé que estaré. Sé que estarás.

Te quiero mucho papá.

"I have loved you for a thousand years,
I'll love you for a thousand more"