Un día cualquiera en una ciudad cualquiera. Se oye la risa de
los niños en el parque, las voces ya pesarosas de los ancianos que caminan por
la calle, las bocinas de los coches. Un día cualquiera en una ciudad cualquiera
todo es ajetreo, un no parar, una constante ida y venida de gente que abarrota
las calles.
De repente, ocurre la magia. Alguien se para en un lado de la
calle. Mientras todo el mundo a su alrededor no para, ella permanece quieta, impasible
ante todo lo que sucede. Se da cuenta de que la mayoría de los transeúntes apenas
sonríen, que una gran parte de ellos escuchan música o tienen un aparato electrónico
en su mano, que muchos de ellos andan deprisa como si huyeran de algo.
Turno de la gran minoría, esa que sonríe, esa que disfruta de
la gente que le rodea, esa que se olvida de los que no están en ese momento y
se divierte con los que tienen a su lado. Esa minoría que disfruta de su paseo,
esa que se fija en los monumentos que tiene su querida ciudad, esa que se
limita a divertirse con lo que tiene en presencia y no en ausencia.
Ella se sienta en un banco cercano y se pone a pensar. “Camino
por la calle siempre con una sonrisa en la boca y la gente me mira raro. Ahora ya
sé por qué. Los que miramos la vida con optimismo, con alegría, los que vivimos
la vida centrándonos en lo bueno y no en lo malo, somos pocos. Nadie me ha devuelto
la sonrisa que les he regalado hoy a todos aquellos con los que me he cruzado…
Cada vez son menos los que ven la vida como algo por y con
lo que disfrutar. Despertarse cada mañana y poder levantarse de la cama no es
algo que todos pueden hacer, comer algo a media mañana, saludar a ese amigo que
ves todos los días, sentarte en una silla para descansar. Pequeñas acciones que
hacemos diariamente y que muchas veces no nos damos cuenta de que somos privilegiados por poder llevarlas a cabo.
Esto es, quizá, complicado de ver por una persona normal,
con una vida normal. Y con normal me refiero a no tener ninguna enfermedad ni ningún
tipo de dificultad por llevar a cabo esa vida. Esos que se quejan de que su vida
apesta y tienen un trabajo fijo, bien remunerado, una casa, comida para todos
los días, agua siempre que abren el grifo, un coche que les lleva y les trae,
ropa que ponerse, unos brazos y unas piernas que hagan lo que su cerebro les ordene.
Me encantaría verles luchando por sacar a su familia adelante con un solo sueldo
(y dando gracias por tenerlo), con algún tipo de lesión medular que les impidiera,
como mínimo, no mover las piernas como les gustaría, teniendo que salir de casa
para poder conseguir algo de agua, yendo a centros de día por tener que
mantener una hipoteca pero no tener que comer.
Me encantaría que esos que se quejan de vicio se dieran
cuenta de cómo es en realidad la vida, que pasasen un día con estas personas
que sufren, que luchan, que lloran, que se esfuerzan, que se tienen que
reinventar cada día, porque así podrían disfrutar como ellos. Podrían darse
cuenta de que sufrir te hace fuerte, que cada lucha vale la pena, que cada lágrima
trae una sonrisa, que todo esfuerzo tiene su recompensa, que reinventarse cada día
te hace mejor persona. Podrían darse cuenta de que la vida es alegría y
tristeza, es amor y es odio, es caerse y levantarse, es perder y ganar. Podrían
darse cuenta de que la vida te da, pero también te quita; de que la vida puede
maltratarte, pero también mimarte; de que la vida no espera, pero te hace
esperar.
Sí, quedan pocas personas que se den cuenta de que la vida
hay que vivirla, que hay que equivocarse para aprender y perder todo para que
el poseer sea algo especial; que tienes que estar en lo más profundo para que,
cuando estés en la cumbre, saborees el triunfo; que hay que llorar para saber reír.
Así que sonríe, puedes leer esto que estoy escribiendo, puedes
ver, puedes opinar, puedes ser tú mismo sin importarte los demás. Puedes ver
que el sol sale y se pone, puedes sentir, puedes reír.
Sonríe, vive tu vida, lucha contra todo lo que se te ponga
por delante y no te deje avanzar, esfuérzate por ser mejor persona que ayer, no
dejes que nada ni nadie te diga como tienes que actuar, sé tú, disfruta de lo
bueno y olvida lo malo, aprende de tus errores y nunca niegues una guiño a la
vida”.