A veces ocurre que, en un solo
segundo, todo deja de tener sentido. Todo lo vivido se queda pequeño. Todo por
lo que te has dejado la piel no merece la pena, porque es en ese mismo instante
cuando empiezas a luchar.
Segundo raro, triste y feliz, de
hundimiento y de salida a flote. Todo en uno. Desalentador y esperanzador. Porque todo lo que estaba pasando en ese momento en cada lugar del mundo,
se paró. Una pequeña pausa.
Un fotograma demasiado definido. Un
fotograma que no deja lugar a dudas. Un fotograma que te anima, es más, te
obliga a seguir, a llorar para coger fuerzas, a reír por los avances. Pero también
un fotograma que te hace pensar lo poco que se aprovecha el día a día, lo poco
que mostramos nuestro aprecio a la gente que queremos. Lo poco que decimos te
quiero.
Tan solo en un segundo se puede
ir todo, desaparece. Toda tu vida pasa por delante. Recuerdas cada
uno de los momentos que has vivido con esa persona, los buenos y los no tan
buenos, el regalo que era verle cada día apoyándote (y corrigiéndote) en todas
y cada una de tus acciones. El regalo de poder darle un beso de buenos días o
de buenas noches.
El regalo de tenerle a tu lado,
de hacer caminatas hasta el fin del mundo. El regalo de poder acompañarle a
elegir una bicicleta nueva, un casco nuevo, unas zapatillas con fijaciones
nuevas.
Es en ese instante cuando le das
gracias a la vida por haberle tenido siempre a tu lado.
#Vamospapi!