jueves, 16 de mayo de 2013

Quizá suerte, quizá casualidad.

Quizá un golpe de suerte, quizá una casualidad, pero tengo que agradecer a ese golpe de suerte, a esa casualidad o a lo que sea, que estés ahí. Ha pasado poco tiempo, podrían decir. Por supuesto que no han pasado ni siquiera seis años (dichoso seis), pero a mí me han parecido incluso el triple. Nunca pensé que se podría llegar a conocer a una persona tan bien y en tan poco tiempo. Tampoco sabía qué era el verdadero color de la amistad, ni el de las llamadas a las tantas de la mañana teniendo que madrugar, ni el del “¿Qué coños hago, mami?” y así podría seguir y seguir.

Se podría decir que en muy poco tiempo he aprendido lo que es saber que alguien perdido por el mundo te ayuda a levantarte cada vez que caes, a secar cada lágrima vertida y cambiarla por una sonrisa, aunque también a pasarlo tan bien que echas de menos cada segundo invertido en nuestras queridas fiestas. ¡Madre mía qué noches! Para recordar. El llegar a las tantas de la mañana a casa y levantarse peor que cuando te acostaste. (Queda pendiente el torear, aviso).

Te daría tantas veces las gracias que desgastaría esa preciosa palabra. Podría estar días y días y días y días y meses y meses y meses y me mebueno ya, a ver si te queda claro con ese tiempo. Que eso, que no me canso de darte las GRACIAS. Por estar siempre, por animarme.

Por perder tu tiempo para (intentar, al menos) hacerme ver las cosas desde otro punto de vista cuando estoy encabezonada que son de otro. Para seguir adelante aún cuando sentía que no podía continuar. Por decirme las cosas claras cuando nadie me contaba nada. Por aguantar todas y cada una de mis tonterías. Por sacarme una sonrisa cuando estoy triste; por hablar con mi contestador teniendo el teléfono descolgado, que oye, es un gran mérito. Por hacerme reír cuando es lo último que me apetece hacer (sé que se repite, pero me da igual).

También sabes que estoy para lo que quieras, cuando quieras. Lo de a la hora que sea creo que ya quedó claro. Siempre intento que veas el lado positivo de todo lo que haces, quizás el lado realista, quizás el lado divertido. Solo quiero que le sonrías a la vida. Tengo la certeza de que ella, la vida, te acaba sonriendo. O si no, que mire y vea que sigues sonriendo a pesar de todos los malos ratos que te hace pasar, que es lo que más duele.

Dicen por ahí que lo último que se pierde es la esperanza. Pues yo creo que lo último que se pierde es la alegría, las ganas de reír. Y, si eso lo llegases a perder, no preocuparse que ya está la pompona para hacerlo volver. Si algo sé de ti mami, es que no pierdes la sonrisa ni cuando peor lo estás pasando y eso es porque alguno motivo para reír tienes.

Este último año ha sido, digamos, un tanto extraño. Demasiados cambios, demasiados malos momentos, demasiadas ganas de tirar todo a la basura. Demasiadas malas cosas. Pero ha sido este año cuando más que nunca te he necesitado y ahí has estado, siendo mi apoyo en cada momento, en cada caída. ¿Te acuerdas del pozo? Pues yo no y creo que tú tuviste la culpa de que lo haya dejado atrás. Hay que aprender a vivir con todas las adversidades que se nos pongan por delante. Sé que es complicado (y créeme que lo sé), pero tengo muy claro que, por muy malos que sean los recuerdos, por mucho que nos martiricen, tenemos algo dentro que nos hace continuar. Algo que nos hace preguntarnos por qué no seguir caminando, por qué no continuar lo que hemos estado haciendo hasta ahora.

¿Qué nos impide seguir? Únicamente tú misma eres la que te imposibilitas. Tu verdadero motivo para continuar y tu verdadero motivo para parar eres tú. Que continúes o que no lo hagas se decide por tus ganas, por tu fuerza interior, por tu actitud, y sé que te sobran. Sabes que te sobran.

Pensar es bueno, eso es innegable, pero hay que saber decir basta. Menos mirar para lo hecho y más mirar para lo que está por hacer. Lo vivido ya no se puede cambiar, pero lo que vivirás está a tu elección y hay que intentar elegir la mejor manera de continuar. Una vez me dijiste que te diera un manual, un manual de la vida, que no entendías nada. ¿Recuerdas lo que te respondí? Que cada uno se elabora el suyo propio. Cada persona intenta hacer de su vida algo llevadero y va escribiendo su propio manual de acuerdo con lo vivido, con sus errores y sus aciertos. Por eso no pude, ni puedo, ni podré dártelo, porque serás tú la que lo escriba de acuerdo con todo lo que te ha pasado y de lo que has aprendido.

Ya sabes que esto de enrollarme se me da de vicio, es genético, qué le voy a hacer. Pero, ¿sabes qué? No todo el mundo puede decir “Always here, always there!”. No todo el mundo puede decir que hay un personajillo por ahí que le da igual lo lejos que yo esté que me sigue diciendo que soy una pesada, una risas y todo lo que te puedas imaginar. Pero también te digo que esta pesada, risas y todo lo que te puedas imaginar te echa de menos y no se cansa de escribir cosas para verte feliz. Sí, feliz, porque ya va siendo hora de dejar de decir esa dichosa palabra. ¡Feliz es aquel que no se preocupa en ser feliz! Que la felicidad llega sola, cuando menos lo esperas.

Gracias, pompona. ¡Ah! Y zorionak.

Bendito golpe de suerte, bendita casualidad.