17 de
septiembre. 17 de junio. Nueve meses son los que han pasado, parece mentira. Empezar
recostado en una cama y acabar andando. Quién pudiera.
No ha sido un
camino de rosas. Detrás hay esfuerzo, sacrificio y, sobre todo, apoyo. La distancia
siempre ha sido grande, los días han sido eternos; pero la espera siempre
merece la pena, el resultado final, más que satisfactorio. Eso sí, sin olvidar
que no es el final, que aún se puede hacer más. Siempre se puede hacer más.
Largas sesiones
de fisioterapia, interminables paseos, grandes esperas. En realidad todo se
reduce al tiempo. “El tiempo todo lo cura” o “dale tiempo al tiempo” son dos
expresiones que describen, que resumen, a la perfección todos estos meses.
No todo ha sido
tristeza, sin embargo. Yo, al menos, no cambiaría para nada la recompensa que
era el verle de nuevo, esa fuerza que me transmitía, esas ganas de hacerlo
bien. Tampoco los pocos días que podía, podíamos, disfrutar todos juntos, pero
bien aprovechados.
Nueve meses después
aún nos tenemos que acostumbrar a esta nueva forma de vida. No por ser
diferente es peor, todo lo contrario. Se ve todo desde una perspectiva en la
que jamás nos habríamos llegado a imaginar que nos veríamos. Diferente, no
mala. Misma ilusión por seguir; por hacer un día a día normal; por levantarse,
desayunar, hacer unas pesas y ejercicios, comer, leer, ver la televisión,
pasear, cenar, dormir. ¿Quién dijo cambio drástico? Esa drasticidad se produce
cuando no levantas cabeza, cuando dejas de luchar, cuando no te ves con fuerzas
y tiras la toalla. Y no es así.
Es más, lo que estamos viviendo es totalmente opuesto. Es estar cerca y notar
como irradia energía por los cuatro costados y ganas, muchas ganas, que no solo
son muy importantes para él. Esa energía es importante para los que estamos con
él, es la que nos da fuerzas para levantarnos cada mañana y pensar que lo
tenemos con nosotros, andando, hablando, riendo.
También llorando.
Porque la vida te da y te quita. Te da ilusión y te la quita de golpe. Te da
ganas y te las quita de repente. Te da esperanza y te la arrebata, sin pensárselo.
Desde la
distancia se ve de una manera diferente. Por supuesto que un móvil puede
acercarte, pero no es lo mismo. Es una lucha continua, contra ti mismo y contra
lo que pasa a cientos de kilómetros. Duele, pero te hace fuerte. Nueve meses
fuera y miles de acontecimientos que no desearía a nadie.
“Puta vida,
deja de ser tan puta”. Totalmente de acuerdo en que las palabras quizás no son
especialmente “finas”, pero es la mejor manera de expresarlo. Porque no pueden
ocurrir tantas cosas malas en tan poco tiempo, porque no está bien eso de dar
una de cal y otra de arena.
“Los Prieto
estamos hechos de otra madera. La vida se dedica a excavar hoyos en los que
caemos, pero conseguimos salir de ellos”. Esta frase es para ti, mamá. No hace
falta decir el por qué ni la causa de ello. La mayoría de entradas estos
últimos meses han ido dirigidas hacia mi padre, pero sé, y todos sabemos, que
él no estaría aquí si no fuera por ella, por ti mamá. Cada día, cada hora, cada
minuto y cada segundo a su lado le han hecho ser fuerte y ahora él es el que
tiene que hacer fuerte a ti. Ahora es el momento de darlo todo por todos.
Ahora es el
momento de seguir.
Gracias... Consigues llevarme a la reflexión, al entendiemiento, a la emoción... ¡¡Me encantas cuando escribes!! y cuando no... también ;P
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