Es como un germen, una especie de
parásito sin descubrir, un hongo maligno, un virus recién sacado del
laboratorio, una enfermedad incurable, mil caballos salvajes galopando sin
parar, millones de mosquitos revoloteando sin tener una víctima a la que
atacar, un taladro haciendo un boquete en la pared a las cuatro de la mañana.
Cuando algo se te mete en la
cabeza ya pueden venir millones y millones de personas a decirte que estás
equivocado, que te da lo mismo. Hasta que no te das cuenta por ti mismo de que
no estás en lo cierto, defiendes eso que crees con capa y espada, luchando por
hacer ver a los demás que van por el camino incorrecto, que lo están haciendo
mal, cuando en realidad eres tú el que no lo hace bien. Cuando eres tú el que
intenta que los demás vean tu propio punto de vista y no lo consigues, cuando
eres tú el que fracasa en el empeño para convencer al resto, es entonces cuando
te planteas si eres tú el que está haciendo las cosas mal.
Primer golpe contra la pared. Algo
no va bien y hay que encontrar un culpable. “Tiene que ser ese, fijo. Se dedica
a hacerme la vida imposible, tiene que ser él el culpable de todo esto”. Buscas
a ese culpable fuera, en una de esas personas que no te caen demasiado bien o
en esa que ni siquiera conoces pero sospechas (inventas) que pone a todos en tu
contra aún cuando no has cruzado una palabra con él.
Segundo golpe contra la pared. Ese
que pensabas que te ponía verde a tus espaldas es una de las mejores personas
que nunca llegarás a conocer por tu cabezonería (y mala imaginación). Sin saber
cómo, empezáis a hablar y te hace ver su punto de vista ¡y le entiendes! Te ayuda
en unos pocos días más que esos a los que llamabas “amigos”. Llamabas.
Tercer golpe contra la pared. Al cabo
de unos pocos meses te das cuenta de lo equivocado que estabas, lo mal que te
has portado con las personas que te rodean y, por fin, comprendes a quién nunca
le importaste y a quién sí, a quién le importas y a quién no y a quién le importarás.
Te das cuenta de que el que erraba eras tú. Es entonces cuando tienes que decidir
qué hacer con tu vida a partir de este punto y con quién vas a contar. Un nuevo
párrafo en tu vida.
Un error inicial te puede llevar
a comprender muchas cosas de las que nunca podrías haber llegado a pensar que
estabas equivocado, te ayuda a elegir a las personas, tus personas, que cuentas
con los dedos de una mano y que te alientan a seguir, a seguir para remendar tu
error.
Al fin y al cabo, de los errores
se aprende. De los errores aprendes.
Ana me ha gustado tu reflexíón...A veces nos equivocamos, pero es bueno que al menos sepamos reconocerlo y aprendamos de la experiencia...
ResponderEliminarviviendo y aprendiendo...
un abrazo para toda la familia...
y a seguir disfrutando de veranito...