No recuerdo el autor, pero lo que
sí que me quedó grabado fueron las palabras “sociablemente insociable” o “insociablemente
sociable”. “Socialmente insociable”. Esa frase nos define de una manera más
precisa de lo que podemos llegar a darnos cuenta. “Insociablemente sociable”. Rodeado,
pero con necesidad de soledad.
“Muy pocas personas, demasiada
gente”. A veces, en los pequeños descansos, lo que necesitamos es a una esas
personas que pueden ser contadas con los dedos de una sola mano. Una de esas
personas que siempre ha estado ahí para escucharte, para decirte las cosas
desde otro punto de vista y para hacerte ver que no todo es negro, que un bache
no te puede hundir para siempre.
“Que no todo
es blanco o negro, es del color que tú lo quieras pintar”. Los pequeños
respiros nos hacen ver todo de otro color y nos hacen dejar los extremos, que
nunca son buenos. No todo es oscuridad y tristeza, tampoco luz y felicidad. En la
mezcla de los dos polos es donde se tiene que encontrar el bienestar, con cosas
buenas para disfrutar, pero también malas de las que aprender y sufrir.
Si vivimos en
un mundo en el que todo es muy bonito, todo de color de rosa, sin tristeza,
miedo, angustia y mil cosas malas más, ¿qué será de nosotros cuando llegue un
día en el que tengamos que llorar en vez de reír, de sufrir en vez de
disfrutar? Hay que tocar los dos extremos para saber qué se siente en cada uno
de ellos y saber actuar cuando nos pasen mejores o peores cosas, para responder
lo mejor que podamos (y sepamos) a lo que ocurre en ese momento.
“En el término
medio está la virtud”. De una u otra manera no se acaba buscando ni lo muy
bueno ni lo muy malo, se acaba buscando (y, con suerte, encontrando) la mitad
entre esos dos extremos.
Por todo esto,
tenemos que tener nuestro espacio, saber sacar lo máximo de esos pequeños
descansos y ser lo suficientemente inteligente, quizá valiente, para poner en
práctica cada diminuta acción que pensemos o, incluso, corregir aquellas en las
que estábamos equivocados.
Ni es bueno
pasarse todo el día en casa sin hablar con nadie ni tampoco pasarse el día sin
tener unos pocos minutos para ti mismo.
“Sociablemente
insociable”, el término medio.
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