martes, 22 de mayo de 2012

Un simple adverbio


Quizás. Un rayo de esperanza, un vestigio de posibilidad. Quizás es una palabra que te puede hacer ver el positivismo que en un momento determinado no tienes. Da cabida a un sinfín de opciones. Pueden ser malas, sí, pero también buenas.

Un “quizás venga mañana” en la boca de una persona importante te produce nerviosismo, te puede llegar a hacer estar incluso mal, angustiada. No ves la hora en que llegue el momento preciso en el que esa persona “quizás esté”. Pero todas esas malas sensaciones son superadas por la curiosidad, por saber si vendrá o no, por confiar en que, de verdad, venga.

Es entonces cuando imaginas que viene, que vuelve a estar a tu lado. Es entonces cuando sonríes pensando en la posibilidad de volver a hablarle, cara a cara, sin ningún instrumento de por medio, pudiendo ver cómo reacciona ante todo lo que dices.

En ese instante puedes imaginar todas sus quejas a lo que le cuentas, sus risas, y recuerdas sus mil y una anécdotas, graciosas, imposibles, curiosas. Puedes, incluso, saber las veces que mira al infinito, sin pensar en nada, con la mente en blanco. Y sonríes de nuevo.

Piensas en que, quizás, todo lo bueno está aún por llegar. Lo que puede provocar un simple adverbio.

miércoles, 9 de mayo de 2012

Recompensa


Pulsa un botón. Empieza a funcionar, se pone en marcha. Poco a poco, va aumentando la velocidad y comienza a subir, por lo que la velocidad deja de aumentar. Seis, trece, veinte… todos esos metros recorridos cuesta arriba se superan apenas doce segundos después. Ahora viene la mejor parte. Empieza la bajada.
La velocidad sube, sube y sube. Los gritos de adrenalina se empiezan a escuchar. Y es que subirse a una montaña rusa es lo que te provoca. Adrenalina.

Es una comparación perfecta. ¿Por qué? Porque la vida es así, es igual que una montaña rusa.
La cuesta arriba empieza poco a poco. Primero tienes que superar esa enorme cuesta que parece que nunca acaba. Luchas, luchas y luchas. Con todas tus fuerzas. Pero el final, el éxito de tu fuerza por seguir ahí, no tiene recompensa. Hay decaídas. Tiras la toalla. Pero, a pesar de esto, algo en tu interior te hace continuar. Algo en tu interior te grita que eres fuerte, que nunca te has dado por vencida y que esta vez no va a ser menos que las otras. Y continúas, y luchas, y para que se acabe tu sufrimiento.

Parece. Lo rozas con la punta de los dedos. Te empiezas a encontrar mejor. Poco a poco. El miedo a una vuelta a la cuesta arriba sigue latente. Pero luchas, sigues luchando. Entonces, cuando menos te lo esperas, llega ese momento y todos los esquemas se rompen.

Por fin. No más sufrimiento. La lucha de días, de interminables días, ha dado su fruto. Y vuelves a ser tú misma. Vuelves a sentir que nada ni nadie te puede hundir.

Porque, al fin y al cabo, toda lucha tiene su recompensa.

viernes, 4 de mayo de 2012

La luz al final del túnel

SONREÍR. La misma palabra lo dice. Solo con verla se me pone una sonrisa en la cara. Es de esas palabras que deberían estar en mayúscula en el diccionario porque te hace ver la vida de otra manera.

Aunque para sonreír tenemos que mover no sé cuántos músculos de la cara, ¿no sientes alivio cuando lo haces? Esa palabra ayuda a ver el lado positivo de las cosas por muy oscuras que sean. Es la luz al final del túnel.

Eso sí, tiene que ser una sonrisa de verdad. Tiene que ser una sonrisa que te llegue a los ojos y que te alegre el alma. Porque hay tantos tipos de sonrisa como maneras de sonreír. Muchas, muchísimas. Quizás más de las que pensamos, pues todas ellas poseen un pequeño detalle que las hace diferentes. No es igual la sonrisa al ver a alguien que hacía tiempo que no veías que la sonrisa al saludar al compañero de clase con el que compartes sufrimientos y alegrías cada día.

Tampoco la sonrisa de despedida es igual todas las veces, aunque sea la misma persona la que se marche. Están la sonrisa de “nos veremos en una semana”, la sonrisa de “nos veremos en un mes” y la sonrisa de “piensa en lo poco que queda para volvernos a ver”.
Sinceramente (y sonriendo), la que más me gusta de todas ellas es la última. La esperanza depositada para que el tiempo avance rápidamente hasta el día de reencuentro se hace palpable y ayuda a confiar en el esperado abrazo futuro.

Parece increíble que una sonrisa pueda llevar consigo todo eso. Aunque no lo creas, sonreír te puede cambiar la vida.

miércoles, 2 de mayo de 2012

Es lo que tiene.

Es lo que tiene. Un título quizás llamativo, quizás estúpido o incluso sin sentido.

Pero es un título a un tablón con sentido. ¿Sentido por qué? Muy sencillo. Porque siempre se encuentra algo por lo que luchar, algo en lo que creer para sobrevivir a lo que nos ha tocado vivir. Unos creen en dioses, otros en el karma y otros, simplemente, no creen en nada. Quizás estos últimos puedan ser, desde algún punto de vista, a los que peor le va a ir la vida.

Pero no toda creencia se basa en seres sobrenaturales. Hay otros tipos de creencia que, quizá, sean más fuertes y ayuden más en el camino que recorremos en el día a día.
Por ejemplo, se puede creer en la amistad. Es una creencia peligrosa, muy peligrosa. No todo el mundo tiene el mismo concepto de amistad. De ahí que haya diferencias entre las personas.

Hay personas que ven la amistad como algo superfluo, algo con lo que pueden jugar y pueden manejar a su antojo. Esta amistad, sinceramente, es la que más asco puede llegar a provocar. Manejar los sentimientos de los que te rodean para tu propio bien es algo que merece, cuanto menos, un profundo odio.

Sin embargo, la amistad no merece esto. Podría decirse que la amistad se basa en el respeto, en el cariño y en el apoyo. Quizás apoyar a otra persona en todas las decisiones que tome y en todo lo que haga, sea la mayor prueba para saber si esa amistad es de las de verdad, por las que merece la pena luchar y estar siempre dispuesto a ayudar a esa persona que se lo gana. Y no se lo gana con las palabras. Esa persona se gana tu amistad con los hechos, estando siempre a tu lado, ayudándote en todo momento y apoyándote para hacer que tu lucha no sea en vano, para empujarte a recorrer ese camino de la vida que quizás haga más curvas de las que debería.

El único problema de esta verdadera amistad es que es muy difícil de encontrar. Por eso dicen que "los verdaderos amigos se cuentan con los dedos de una mano". Yo ya tengo algunos de esos dedos ocupados por personas muy importantes. Y sobra decir quiénes son.

Es lo que tiene saber que siempre estarán ahí.