viernes, 4 de mayo de 2012

La luz al final del túnel

SONREÍR. La misma palabra lo dice. Solo con verla se me pone una sonrisa en la cara. Es de esas palabras que deberían estar en mayúscula en el diccionario porque te hace ver la vida de otra manera.

Aunque para sonreír tenemos que mover no sé cuántos músculos de la cara, ¿no sientes alivio cuando lo haces? Esa palabra ayuda a ver el lado positivo de las cosas por muy oscuras que sean. Es la luz al final del túnel.

Eso sí, tiene que ser una sonrisa de verdad. Tiene que ser una sonrisa que te llegue a los ojos y que te alegre el alma. Porque hay tantos tipos de sonrisa como maneras de sonreír. Muchas, muchísimas. Quizás más de las que pensamos, pues todas ellas poseen un pequeño detalle que las hace diferentes. No es igual la sonrisa al ver a alguien que hacía tiempo que no veías que la sonrisa al saludar al compañero de clase con el que compartes sufrimientos y alegrías cada día.

Tampoco la sonrisa de despedida es igual todas las veces, aunque sea la misma persona la que se marche. Están la sonrisa de “nos veremos en una semana”, la sonrisa de “nos veremos en un mes” y la sonrisa de “piensa en lo poco que queda para volvernos a ver”.
Sinceramente (y sonriendo), la que más me gusta de todas ellas es la última. La esperanza depositada para que el tiempo avance rápidamente hasta el día de reencuentro se hace palpable y ayuda a confiar en el esperado abrazo futuro.

Parece increíble que una sonrisa pueda llevar consigo todo eso. Aunque no lo creas, sonreír te puede cambiar la vida.

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