Quizás. Un rayo de esperanza, un
vestigio de posibilidad. Quizás es una palabra que te puede hacer ver el
positivismo que en un momento determinado no tienes. Da cabida a un sinfín de
opciones. Pueden ser malas, sí, pero también buenas.
Un “quizás venga mañana” en la
boca de una persona importante te produce nerviosismo, te puede llegar a hacer
estar incluso mal, angustiada. No ves la hora en que llegue el momento preciso en
el que esa persona “quizás esté”. Pero todas esas malas sensaciones son superadas
por la curiosidad, por saber si vendrá o no, por confiar en que, de verdad, venga.
Es entonces cuando imaginas que viene,
que vuelve a estar a tu lado. Es entonces cuando sonríes pensando en la posibilidad
de volver a hablarle, cara a cara, sin ningún instrumento de por medio, pudiendo
ver cómo reacciona ante todo lo que dices.
En ese instante puedes imaginar todas
sus quejas a lo que le cuentas, sus risas, y recuerdas sus mil y una anécdotas,
graciosas, imposibles, curiosas. Puedes, incluso, saber las veces que mira al infinito,
sin pensar en nada, con la mente en blanco. Y sonríes de nuevo.
Piensas en que, quizás, todo lo
bueno está aún por llegar. Lo que puede provocar un simple adverbio.
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